Judith Skutch Whitson fue una mujer extraordinaria, trabajadora incansable para el Espíritu. Era cumpliendo esta función cuando se sentía más feliz, así como en su gozoso papel de madre y abuela dedicada y amorosa. Fue la cofundadora y presidenta de la Foundation for Inner Peace (Fundación para la Paz Interior), que tiene a su cargo la publicación de Un curso de milagros autorizada por los escribas. La devoción que Judy tenía por el Curso era evidente tanto en su vida profesional como en sus interacciones diarias: nadie era un extraño para ella. Hacía que cada encuentro fuera Santo, con lo cual iba sanando su propia mente.
Su nombre de soltera era Judith Rothstein. Creció con su hermana Carol en una familia judía conservadora, en Brooklyn, Nueva York. Hizo sus estudios de primaria y secundaria dentro del innovador sistema educativo de John Dewey. Luego terminó sus estudios universitarios en Hood College y la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, y fue profesora en la Universidad de Nueva York.
A mediados de los sesenta, Judy se sumergió en el campo de los estudios de la consciencia. En 1972 conoció al astronauta Dr. Edgar Mitchell, quien le pidió unirse a la junta directiva del entonces naciente Instituto de Ciencias Noéticas (Institute for Noetic Sciences). Además, por su amistad con John E. Fetzer, hizo parte de la Junta Fundadora del Instituto Fetzer. Judy participó activamente en ambas Juntas durante más de veinte años.
Un curso de milagros
En 1975, conoció a los escribas de Un curso de milagros, los doctores Helen Schucman y William Thetford. Ellos le confiaron su manuscrito que se convirtió en “Un Curso de Milagros”. Aunque todavía no era editora, su rol fue publicar el material y presentar el Curso al mundo. Desde entonces, se ha traducido a 27 idiomas, con tres traducciones más en camino. Se han distribuido más de tres millones de copias por todo el mundo.
Judith era el espíritu de la generosidad misma. Atendía con toda su energía, escucha y respuesta cada llamado en su vida. Sabía que el tiempo y el mundo son una ilusión y estaba dedicada a vivir los principios del Curso. El perdón era su vía a la felicidad, así que repetidamente regresaba a la paz en diferentes situaciones desafiantes. El Espíritu Santo era su compañero constante. Cuando perdía el rumbo, daba un paso atrás y se entregaba a la Respuesta que se le mostraba. En medio de las dificultades, aplicaba los principios del Curso y se reconectaba continuamente con momentos de gozosa paz para ayudarle a atravesar momentos como la muerte de su amado esposo, el Coronel William Wallace Whitson, Ph.D. (Whit) en 2018, así como numerosas situaciones difíciles.
Aunque medía poco más de 1.50m de estatura, tenía un magnetismo natural. Incluso en sus últimos años, con los retos físicos de la edad, tenía un atractivo irresistible. Encarnaba bondad, y el amor y la sanación se extendían desde ella, haciendo sentir valioso a todo el mundo, pues tenía el hábito de no juzgar. Fue una anfitriona insuperable, y aprovechaba cualquier ocasión para unir a la gente y celebrar. Hacía lo que se le guiaba a hacer, de modo que su dicha en dar y en hacer el trabajo del Espíritu era contagiosa y transformadora.
Estuvo en contacto con diversas luminarias de su tiempo: físicos, astronautas, líderes religiosos, políticos, actores, profesores, escritores y médicos, entre muchos más. La Madre Teresa le dijo una vez: “Hay una epidemia en el mundo que nos afecta a todos. Se llama privación espiritual”. Cuando Judy le preguntó si había cura, la Madre Teresa respondió: “Oh sí, hay una cura. Se llama amor. Y gracias a Dios es contagioso”. Judy acogió esto de corazón y publicó el Curso como una manera de difundir la cura, poniendo en práctica una de sus citas favoritas del libro de Texto: “Estoy aquí únicamente para ser útil de verdad” (UCDM, T-2.V-A.18:2)
A sus noventa años mantenía una mente alerta, y trabajaba todos los días, a menudo hasta las tres de la mañana, incluso en fines de semana, hasta el día de su partida. Para alguien que creció en una época anterior a la era digital, sus habilidades tecnológicas eran extraordinarias y asombrosas. Ayudó a crear el primer sitio web de la Foundation for Inner Peace, empleaba las redes sociales con regularidad y participaba en reuniones diarias por Zoom. Fue ella quien inició en 2019 el programa de seminarios Web “Let’s Discuss ACIM” (Conversemos sobre UCDM), que aún se mantiene. En 2020, a sus 89 años, Miracle Voices Podcast (“Voces de los milagros”), una serie de podcasts centrada en el perdón según se define en Un curso de milagros. A Judy le encantaban estas transmisiones y era una de sus presentadoras cada semana, incluso la semana anterior a su fallecimiento.
Judith apareció en numerosos artículos de revistas y en programas de radio y televisión. Aparece en dos películas: “La historia de Un curso de milagros” y un segmento de “Los visionarios”, para la Radio Pública de Estados Unidos (PBS). Muchas de sus charlas están disponibles en cintas, discos compactos y en archivos de audio y video.
Familia
En su vida personal, Judy volcaba el corazón en sus dos hijos –el médico Jonathan Cohen, codirector del Instituto de Neurociencia de la universidad de Princeton, y Tamara Morgan, copresidenta de la Fundación para la Paz Interior– y en sus adorados nietos, Jonah Bay Casey Cohen y Lije Win Morgan. También llevaba una relación muy cercana con los hijos de sus esposos: Laura Skutch, Andrew Skutch, William W. Whitson, Christina Whitson, Shawn Bateman, Andrew Whitson, y Robert Whitson, así como a sus hijos honorarios, Theresa Abrams y John Abrams.
Gracias a su compromiso consciente de amar, Judy dejó este mundo en amistad entrañable con sus tres esposos. En 2020, acompañó con ternura la muerte de su primer esposo y padre de sus dos hijos, Howard M. Cohen, a través de una llamada por Zoom. Con su segundo esposo, Robert Skutch, había creado la Fundación para Investigaciones Parasensoriales, que se enfocaba en estudios de la consciencia, y que más tarde se convirtió en la Fundación para la Paz Interior, dedicada a publicar, distribuir y fomentar el estudio de Un curso de milagros. Bob y Judy continuaron siendo cofundadores, colegas y amigos cercanos en la Fundación durante más de 45 años. Su tercer esposo, William Whitson, trabajó con ellos en notable armonía por más de 40 años. El Espíritu había encargado a “Whit” de supervisar el programa de traducciones de UCDM. Este triunvirato, que Judy llamaba “el taburete de tres patas”, era la base laboral de la Fundación. Judy colaboraba en profundidad con su amado compañero y esposo Whit en una Relación Santa en la que ambos estaban comprometidos. Esa Relación continuó para Judy incluso después de la muerte de Whit.
El Espíritu Santo
A pesar de su radiante despliegue público, Judy tenía una vida muy privada. Sacaba tiempo diariamente para su relación con el Espíritu Santo, contando con Él para consejo, dirección, decisiones y sanación. Fue siempre firme en su compromiso con el Curso y la aplicación de sus principios, y su comprensión de estas enseñanzas progresó y se desarrolló continuamente. Como había estudiado tantas veces el Manual, el Texto y el Libro de Ejercicios, con humor y humildad llamaba a su grupo de estudio semanal “el grupo de los lentos”.
Durante los últimos momentos de su paso por este nivel ilusorio, Judy estuvo en cama, entrando y saliendo de su consciencia física. Decía que por fin se estaba dando cuenta de que ya no sabía nada. Su cuerpo experimentaba dolor esporádicamente, pero ella comentaba con compasión que simplemente la estaba sacando a pataditas, porque de otra manera ella no se iría, aunque sabía que ya era hora. Decía también que, a pesar de su aparente incomodidad física, nunca se había sentido más en paz y con más claridad de que ella no era ese dolor corporal. Repetía una de sus lecciones favoritas del Libro de ejercicios, la 160: “Estoy en mi hogar. El miedo es el extraño aquí”. Y expresó lo extraordinariamente afortunada que se sentía por estar rodeada de una vida llena de tanto amor. Cuando la respiración se le fue haciendo más difícil, se quedó en cama con su nieto e hija junto a ella, y comenzó a expresar que ya no sabía nada. Su mirada se posaba indiscriminadamente de una cosa a otra como practicando la primera lección del Libro de ejercicios: “nada de lo que veo en esta habitación significa nada”. Cerró los ojos de nuevo y luego, en otro momento, brotó una sonrisa en su rostro. En cama, con su amado nieto Lije acurrucado junto a ella, soltó todas las historias y los roles, abrió bien los ojos, miró alrededor y, con un tono de curiosidad juguetona, dijo sus últimas palabras: “¿Cuándo se fue la abuela?”
Judy había elegido conscientemente irse el día del cumpleaños de su nieto, para lo cual le había pedido permiso. Finalmente, incluso su rol más querido en este mundo, el de abuela, se había disuelto ante sus propios ojos. “¿Cuándo se fue la abuela?” Cerró los ojos pacíficamente y, mientras se deslizaba a otro ámbito de consciencia, encarnó las palabras que luego se leerían tras su partida: “Olvídate de este mundo, olvídate de este curso y, con las manos completamente vacías, ven a tu Dios” (UCDM, L-189.7:5)
Judith Rothstein Cohen Skutch Whitson se desvaneció en una paz líquida que era palpable. Un poderoso amor sosegado impregnó la habitación y los cobijó a todos. Al dejar su cuerpo, su legado encarnó el dicho favorito de ella, “Hice lo mejor que pude”, y la cita con que siempre firmaba:
“El amor es el camino que recorro con gratitud” (UCDM, L-195)
Gracias, Judith Skutch Whitson, por tu impecable servicio y por mostrarnos el camino al AMOR.
En lugar de flores, te invitamos a donar a la Fundación de Judy, Foundation for Inner Peace, a la que dedicó su vida para que tuviéramos el Curso. Por favor visita nuestra página de Donaciones.